Con el discurso pronunciado en Palacio
Nacional durante la ceremonia que conmemoró el LXXXIV Aniversario de la Promulgación de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Vicente Fox dejó claro el
profundo carácter gatopardista de su gobierno. Invocando las virtudes de la Constitución
de 1917 como el punto de llegada de un proyecto de nación y de consolidación de una era
política que, por cierto, según él ha llegado a su fin con la alternancia en el
Ejecutivo federal, Fox propone discutir la revisión integral del texto constitucional, lo
cual no cuadra del todo con la visión radical de cambio con que fuimos bombardeados
durante la campaña previa al dos de julio.
A continuación pretendo analizar la totalidad del discurso que Fox diera en la
fecha citada, y mostrar las carencias teóricas que padece.
El discurso de Fox parte de un supuesto muy discutible. ¡Cada Constitución
ha señalado el principio de un nuevo ciclo histórico! nos dice alegremente
¿acaso de manera ingenua? el
Presidente como si hubiera encontrado el hilo negro en el interior de algún texto de
Mario de la Cueva. La historia de México queda reducida a un devenir ascendente en donde
todo tiene su lugar cual eslabón de una larga cadena que desemboca en la
asunción de Vicente Fox al poder. Morelos nos dictó ese camino en
Apatzingán, la Constitución de 1824 consiguió el sistema republicano y federal; 1857 el
Estado laico, y, casi finalmente, la Constitución de 1917 las reivindicaciones sociales.
Para Mario de la Cueva la Constitución de 5 de febrero de 1917 es la
culminación de un drama histórico[1], pero Fox lleva esto más
allá. Es verdad que así fue, pero Mario de la Cueva no vivió para ver la alternancia en
el poder, por ello el dos de julio marca el nuevo parteaguas de rememorando a Don
Justo Sierra la evolución política del pueblo mexicano, cada momento
cúspide de la historia nacional amerita una nueva Constitución. Esto fue para Fox, ipso
facto, evidente incluso desde su campaña política donde, según él, ya planteaba la
necesidad de una reforma integral del texto constitucional.
Fox explica que el mandato popular el 2 de julio fue claro: queremos un
México diferente (...) no sólo un cambio en el grupo, en el poder. Sin embargo, me
parece que un discurso como el que dicta Fox el 5 de febrero, lo que consigue es
precisamente una trivialización de la alternancia (que no de la transición) e incluso
del resto de la historia mexicana, haciendo de ella un mero reducto de cambio del grupo en
el poder. La intención sigue siendo la misma: toda la historia nacional es el arduo
camino que culmina con el presidente en turno, independientemente del partido político al
que pertenezca rememorando así aquella Ciudad de Dios de San Agustín en vías de
construirse. Decía Edmund Burke que en los antiguos preceptos y conducta de la
sociedad (...) no hay nada que merezca mi censura[2], y pareciera que así lo
cree Fox, asumiendo el presente como consolidación del proceso histórico que le
precedió, el pasado se vuelve de este modo un depósito de sabiduría infinita[3]
del cual no se puede renegar, porque de hacerse se reniega, en igual medida, del presente.
Es así como Fox reitera que no se propone abolir a la historia, sino
proseguirla, lo cual es cierto, la historia según vista por Mario de la Cueva queda
intocada, la historia de los muertos.
Por otra parte, Fox propone que cualquier modificación al texto
constitucional esté guiada por el legado esencial de la constitución actual, cito:
la no reelección del Ejecutivo, el sistema representativo, la división de Poderes,
el régimen federal, la libertad municipal, nuestra soberanía, el carácter laico del
Estado, el compromiso con la justicia social, la educación laica y gratuita, el respeto a
la diversidad cultural y la defensa de los derechos individuales y sociales, es
decir, todo lo importante. Entonces, ¿para qué reconstruirla? ¿para acotarla a esos
puntos, acaso? No, para Fox simplemente hay que cambiarla, ¿por qué? Eso ni él mismo lo
sabe. El mejor argumento expuesto es cambiemos de raíz sin arrancar las
raíces, lo cual para el Presidente no significa un eufemismo gatopardista, sino
más bien un deber patriótico indispensable, sólo condicionado por la consigna de
no olvidar lo mucho que debemos transformar, aunque claro, Fox no dice en que
consiste ese mucho.
Por supuesto, después de esa frase genial que hace referencia a las
raíces constitucionales uno siente que ya no entiende absolutamente nada. Sin
embargo, Fox intenta explicarse un poco más. Veamos algunos ejemplos, Fox nos dice que
es necesario sustituir la lógica tecnocrática que dejó todo al mercado, Fox
no deja claras cuales son sus propuestas de reformas constitucionales, así que creo no
ser demasiado osado al suponer que esta es una de ellas. Quizá garantizar en un artículo
que no puede llegar a la cabeza del poder Ejecutivo algún egresado de Harvard, Yale o
Princeton es lo que tiene en mente. O quizá, esas combinaciones institucionales que
eviten la concentración del poder, de las que habla posteriormente en el discurso.
¡Eso es!, quizá ahí sí encontró el hilo negro, aunque ¿qué no está contemplado eso
en la división de Poderes que mencionó en su larga lista de raíces que
deben ser cambiadas sin ser arrancadas? Me retracto, sigo sin entender nada. Aunque aquí
hay algo que quizá nos ilumine el panorama: otorgar la más alta prioridad a la
integración de una patria latinoamericana, ¡claro!, podría ser conocido como el
artículo Simón Bolívar. Parece que a Fox se le ha olvidado lo que decía Thomas
Paine respecto a que la Constitución debe ser tal que los miembros del Gobierno
sacaran de su bolsillo la Constitución impresa y leyeran el capítulo que tuviera
relación con la materia que se debatía[4]. No, según el discurso
foxista debemos hacerla más grande, más sublime, más sagrada que la Biblia, debe poder
abarcar cada rincón del quehacer político nacional; es más, Fox todavía tiene una
última frase genial que hacer al respecto: se que hay planteamientos de reformas
mayores a las que hoy estoy señalando en estas reflexiones, pero desde mi punto de
vista ya hubiera sido el colmo hablar de garantizar el derecho al vocho y al
changarro de cada chiquillo y chiquilla, ya tenemos
suficiente con la vivienda digna y decorosa de la que habla el artículo
cuarto Constitucional. Derecho bonito aspiracionalmente, pero imposible de garantizar.
¿Acaso se sabe de algún amparo exitoso en la materia?
En fin, Fox habla de cambiar la dirección del orden constitucional, pero lo hace del mismo modo en que se ha hecho siempre. Finalmente el mayor argumento que tiene Fox sobre la imperiosidad de revisar profundamente el texto constitucional es el mismo que tuvieron los constituyentes de 1917: el exceso de reformas padecidas por la Constitución entonces vigente. Cada presidente ha querido dejar su huella en la Carta Magna, pero Fox, nuevamente yendo más allá, quiere dejar su huella con una Carta Magna. Quizá se parece demasiado a los Presidentes del PRI.
Notas:
[1] Mario de la Cueva: La Constitución Política, p. 360. (México, Fondo de Cultura Económica)
[2] Edmund Burke: Textos políticos, p. 44. (México, Fondo de Cultura Económica, 1996)
[3] No quiero trivializar el pensamiento burkiano con esta afirmación. La de Burke es una feroz crítica en contra del espíritu revolucionario francés de la época que lo reconstruye todo, y aunque conservador, el espíritu reformista de Burke es notable.
[4] Thomas Paine: Los derechos del
hombre, p. 174. (México,
Fondo de Cultura Económica, 1986).
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