y para ti, vibrante utopía de mi corazón
(...) el mundo se traiciona por las apariencias, que son las huellas de su inexistencia, las huellas de la continuidad de la nada, ya que la propia nada, la continuidad de la nada, deja huellas. Y así es como el mundo traiciona su secreto. Así es como se deja presentir, ocultándose detrás de las apariencias (...)
- Jean Baudrillard
Caminar entre mundos y realidades distantes
es hoy nuestro andar. Creer en mi, en él, en nosotros, estar en movimiento con los demás
y consigo mismo son hoy actos irreales. Observar como avanza nuestra sociedad, ante
nuestro deterioro social, la miseria, la degradación humana: solo hay una palabra definitoria: basura. Sí,
la basura en que nos hemos convertido los seres racionales.
La política hoy parece simplemente un estuche de cómo ir
deshaciendo vidas; no creamos consensos, jugamos a la democracia, simulamos bienestar, hombres y mujeres nos atacamos por esos huesos de
poder tangibles y a la vez coercitivos. Y también efímeros; fugaces paraísos de poder,
magnificados por los mass media, convertidos en tema de
locutores y telenoticiarios. Ladramos alto
por nuestras causas, pero las de nuestros colegas o compañeros hacemos como si nada
pasara. Somos los reyes del ninguneo: si no estás conmigo, si no piensas como yo,
estás contra mí, he ahí la consigna de un chingo de redentores, revolucionarios y mesiánicos
tripulantes de un siglo que termina a rastras. Cristales microscópicos tras la vista de
nuestros sentimientos son ilocalizables. Nunca podemos quitarnos los embrujos de nuestra
sociedad postmoderna. Ya somos hoy una falsa generation X . Perdidos y
falsarios. Buscarnos en tiempos pasados, no
es más que hacernos los locos de nuestra realidad. Falsificamos la historia, nos falsificamos unos a otros. Amamos, o
simulamos ésto. Amar lo han definido como un monstruo de dos cabezas, amar u odiar,
simplemente verbos en infinitivo, es decir, congelados, acciones virtuales, no conjugadas,
o compartidas a madrazos, a hurtadillas, o
con los dedos y la lengua tatuados de mentiras; amar u odiar, a lo lejos, con cautela,
haciéndole fintas a los bajes, a las insidias,
a las intrigas: ¿ no ves, carnal, que todo se chinga desde el interior de nosotros
mismos?
Cuando se sabe que la vida no es eterna entendemos la necesidad de vivir para sobrevivir, simplemente para entender la fachada de nuestra sociedad. Quisiéramos todos caminar y brincar sobre el nar, poder soñar con una sociedad perfecta, vivir en una utopía, entendernos a nosotros mismos. Sin embargo, it por ti, por ella y él, son hoy falsos debates; prevalece ese "yo voy por mí y tu no me importas; yo sobresalgo ante todos porque soy el mejor": el egocentrismo en su apogeo. Ridículos protagonistas de una revolución bufa, de una democracia tísica.
Cuando se sabe que la vida no es eterna, en la política se hace importante la obtención
de poder unipersonal y del crecimiento de los bienes materiales: prestigio y dinero, ya lo vislumbraba el viejo Hegel tras su ventana y
frente a su periódico. Trabajar por las generaciones futuras es el pretexto de nuestros
políticos. Detrás del pretexto, tras las apariencias de
servidores públicos, los políticos van por lo suyo: dinero y poder. Con el dinero
comprarán sueños ajenos, con el poder vivirán
vidas ajenas, aparenciales. Vivir de y para
la política no es más que la mezcla perfecta de sobrevivir tras irrealidades que van
contra los sueños propios. Andar a gatas y aullar como lobos tras el poder no es más que
despojar a la política de su dignidad.
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