LA IMPORTANCIA DEL SÍMBOLO

Sergio García Guzmán ®

"¿Cómo voy a ser libre si no conozco?"

- Elena Poniatowska (“La piel del cielo”)

Es un lugar común decir que el hombre es un animal racional. Sin embargo, el hombre es, ante todo, un animal simbólico. Un símbolo es, primordialmente, un recurso para transmitir información.

      Cada generación humana se apoya en la precedente. Los conocimientos, las costumbres, las técnicas, los oficios, la cultura toda, tiene que ser transmitida de padres a hijos, para que éstos no tengan que comenzar desde cero.

      Los hombres que nos precedieron –griegos, romanos, egipcios, etruscos, persas, mayas, etc.- acumularon gran cantidad de conocimientos y sabiduría, que no podían –no debían- perderse. Los grandes sistemas filosóficos, éticos, religiosos, debían sobrevivir para el bien de las generaciones futuras. Pero aquellos hombres no tenían los medios de que disponemos nosotros para transmitir información: no tenían imprentas, ni enciclopedias, ni televisiones, ni radios ni computadoras ni discos compactos.

      Aún así, tenían que pasar su sabiduría a la siguiente generación, para no perder lo que habían aprendido con tanto esfuerzo. ¿Qué hacer? La mera transmisión oral es poco confiable, porque la información se va “deformando” y “ensuciando” tras la sucesiva comunicación.

    Aquellos hombres, en su infinita sabiduría, concibieron el símbolo. Un símbolo es un objeto, una imagen, que representa algo más que él mismo. El símbolo tiene una representación física que se denomina “significado exotérico”. Pero también tiene un significado que va más allá, porque un símbolo es la forma abreviada de algo mucho más grande y complejo, lo que llamamos “significado esotérico”.

      Por lo tanto, aquellos hombres sabios usaron los símbolos: ocultaron en ellos todo su caudal de conocimientos. Se ocuparon también de hacerlos lo suficientemente complejos, para que no fueran a caer en manos inexpertas, para que ningún espíritu simple pudiera descifrarlos. Si alguien quería decodificarlos, necesitaría estudiar arduamente y reflexionar una y otra vez, con lo que quedaba garantizado que, quien llegara a entenderlos, lo hacía por un interés real y sincero.

      Un símbolo profundo no tiene que ver solamente con lo racional: también apela a la parte intuitiva y psíquica del ser humano. Aquello que transmite es de tal magnitud, que puede cambiar la vida del receptor. Por eso se dice que son liberadores y transformadores. Pero en los tiempos modernos, con un racionalismo avasallante y un neo-positivismo que barre con todo, los símbolos han caído en el olvido. Los hombres antiguos dedicaron mucho tiempo y esfuerzo a doctrinas que hoy nos parecen meras supersticiones. La astrología, la alquimia, la magia, son ahora simples curiosidades de museo.

      Ya nadie recuerda que “la piedra filosofal” no era nada más una sustancia que –se decía- transformaría el plomo en oro: era también la búsqueda de la esencia última del hombre, una inmersión valiente dentro del propio ser, para conocerse a sí mismo. La idea de “transformar en oro”, presuponía que la naturaleza tendía a la perfección (tanto los metales, como el hombre) por lo que el alquimista era quien ayudaba a la Creación, acelerando ese proceso de perfeccionamiento. Pero ya nadie se acuerda de eso: se considera que los alquimistas eran charlatanes que engatusaban a todo el mundo. Eso dicen los libros de historia. Ya nadie se acuerda de los símbolos… Isaac Newton llegó a trabajar en alquimia, pero a nadie le importa…

      También se tiene esa actitud frente a la astrología. Los actuales levantadores de horóscopos la han degradado totalmente: la astrología era, primordialmente, la observación del cosmos, para recordar que el hombre es un animal más entre miles, y que su ritmo es el mismo que el del universo. Los astrólogos actuales ya también lo olvidaron… Ahora ya todo es profano. Los recintos sagrados escasean cada vez más y están en extinción. No hay símbolos, nadie los comprende y nadie los transmite…

 Es cuanto.


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