No es suficiente con tener una buena mente; lo principal es usarla bien.
- Descartes
¿Cómo se pueden
identificar las falacias que otros emplean? ¿Cómo saber si nosotros mismos las estamos
usando?
Una forma de hacerlo es
dudando de manera metódica. Dudando no por capricho o moda, sino buscando un conocimiento
bien fundamentado. No podemos andar por la vida dudando de todo
pero sí podemos
contar con ciertas pistas, que nos indiquen si un argumento dado podría contener una
falacia.
En
este sexta y última parte, se tratarán de aportar algunas sugerencias o ideas que pueden
ser útiles a este respecto.
1. En las falacias ad-hóminem, donde se
ataca la personalidad del contrario, en vez de argumentar racionalmente:
· No se debe mencionar a
ninguna de las personas que intervienen, ni para bien ni para mal. No se debe exaltar,
denigrar, ni mencionar virtudes, defectos, creencias o problemas personales, a menos que
tengan relación directa con el asunto que se discute. Esto aplica a todas las partes
involucradas.
· Siempre
son preferibles los argumentos de personas imparciales y no involucradas ni directa ni
emocionalmente en los temas que se discuten. Si esto no es posible, se debe poner especial
atención en que las pasiones no dominen las argumentaciones.
· Hay
una limitante fundamental: una característica humana es defender siempre los valores o
ideales más profundos en los que se basa la propia vida, o la percepción de sí mismo,
por lo que argumentar acerca de esos temas es casi imposible. Por eso es muy difícil
hablar racionalmente de religión, por ejemplo, porque es un concepto íntimo y básico
para muchas personas, que no puede ser puesto a discusión ni se puede negociar, ya que es
intocable. Es complicado argumentar con seriedad acerca de ese tipo de temas.
2. Falacias de distracción, cuando se
pretende llevar la discusión a otro tema, desviando la atención del argumento
central.
· Lo más importante es
identificar el asunto que se va a tratar. Hay que hacer todo lo posible por ceñirse a ese
tema y evitar argumentar sobre otras cosas que no tengan relación directa con esa idea
central. Esto es difícil, porque cuando los argumentos se suceden unos a otros, se cambia
constantemente de foco. Pero es indispensable tener siempre muy claro cuál es el punto
toral, porque de lo contrario la discusión cae en un terreno marginal.
· En
la argumentación seria, no cabe la democracia: la verdad no se decide por mayoría de
votos. Todas las argumentaciones que estén sostenidas por pruebas y evidencias, deben ser
examinadas, por más impopulares que sean. La voz de la mayoría o el
sentido común no cuentan aquí
por ejemplo, una defensora de derechos humanos
se puede suicidar. No es válido decir, a priori, que fue asesinada por tal o cual
personaje, o decir tajantemente que tal o cual hipótesis es absurda, o creer ciegamente
en una conspiración. Todas las hipótesis, sustentadas con pruebas, merecen ser tomadas
en cuenta, aunque sean políticamente incorrectas o impopulares. Tal vez se
demuestre que son falsas, pero lo importante es no descartarlas a priori, sin ninguna base
racional.
· No
se debe entrar a una discusión si no se sabe de qué se discute, ni tampoco si no se
tiene suficiente información del tema. Si no hay conocimientos y evidencia detrás de una
postura, esta no tiene relevancia.
· No se debe creer ciegamente
en los expertos. Ni en los que se autoproclaman como tales, ni en los que,
siendo desconocidos, son elevados a tal rango por otros. Es importante verificar los
antecedentes y conocimientos de quien expresa un juicio.
· En la lógica, no importa
lo que se opina ni lo que se cree, ni la autoridad ni el poder que se tiene, sino lo que
se sabe y lo que se puede probar o demostrar con evidencias aceptables para todas las
partes.
· No todo lo que está
escrito es cierto.
· No todo lo publicado es
serio o imparcial.
· Nadie tiene la última
palabra de nada.
· Conocer el pasado, la
historia, es útil para contar con antecedentes y ver cómo se ha comportado alguna cosa en el tiempo. Pero no es válida la postura
simplista de quien cree que la historia determina, que lo que ha pasado antes seguirá
pasando siempre. Eso es inmovilismo, estancamiento y parálisis.
3. Falacias de distorsión, cuando se
deforma la tesis, hasta dejarla irreconocible
4. Falacias de coherencia,
en donde se comete el error de no aplicar la lógica más elemental y se desconectan las
premisas de la conclusión.
· Hay que respetar la
realidad, no tratando de imponerle nociones preconcebidas, ni tratando de ajustar los
hechos a los gustos o creencias propias.
· Si la hipótesis no explica
los hechos, hay que buscar otra, no manipular ni ocultar cifras, reportes, hechos o
testimonios. Ninguna explicación tentativa se debe desechar a priori: todas se deben
examinar críticamente.
· Si hay dos o más posibles
explicaciones para algo, se debe elegir la más simple y sencilla. Entre más complicada
sea una explicación o argumento, más puntos débiles puede tener y ser, por tanto, más
vulnerable.
· Las premisas se tienen que
combinar en la conclusión, generando nuevo conocimiento. Por tanto, no es válido llegar
a una conclusión que sea igual a una premisa. Es decir: no se puede asumir que algo es
cierto para luego tratar de demostrarlo.
Además, hay que desconfiar
de las argumentaciones complejas o llenas de palabras rimbombantes o rebuscadas.
Normalmente, los argumentos más brillantes e inteligentes son los más simples y
sencillos. Las capas y capas de rebuscamientos, enredos y palabrería, sirven para
esconder sofismas. Una manera de descubrirlas es tomar la expresión e irla simplificando
para leer entre líneas.
Finalmente, hay que
alejarse de aquellos que proclaman tener la verdad o el camino
auténtico. No se debe creer en los que ofrecen soluciones mágicas e instantáneas. Las
metas que realmente valen la pena se alcanzan después de mucho, mucho esfuerzo y
dedicación.
Alcanzar el verdadero
conocimiento es labor de toda una vida
y para eso no hay atajos.
Es cuanto.
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