Independientemente de
la manera en que pueda haber llegado este documento a sus manos, si acaso usted es
argentino y todavía quiere a su país, le pedimos que le dedique apenas 15 minutos de su
vida y lea este mensaje hasta el final. Después sea usted tan libre como hasta ahora de
hacer lo que le parezca.
La República
Argentina se caracterizó siempre por ser un país predominantemente de clase media. Esto
implica que, entre el 60 y 70 % de su población pertenecía a esta clase social, de un
nivel cultural y adquisitivo suficientes para poder llevar una vida digna y sin apuros o
apremios económicos. Este porcentaje está bajando según los índices que el mismo
gobierno ha dado, y ha crecido de manera alarmante e indignante el nivel de pobreza. Hoy
más de la mitad de los argentinos son pobres. Pero esto no sería tan grave si al menos
fuese una pobreza digna con alguna esperanza de progreso y oportunidades para el libre
acceso a la educación y el trabajo. Resulta incomprensible que el otrora granero del
mundo soporte la humillante realidad de ver morir de hambre a sus niños.
Va a cumplirse un año
de un hecho histórico. El 20 de diciembre del 2001 una enorme manifestación espontánea
del pueblo se manifiesta en Plaza de Mayo. Los hechos son por todos conocidos pero vale la
pena recordarlos como una de las pocas expresiones populares atribuibles casi en
exclusividad a gente predominantemente de clase media y que hicieron sentir sus
cacerolazos alrededor de todo el mundo.
Como siempre, parece
ser este segmento de la sociedad el que debe hacer el mayor esfuerzo ante una situación
de crisis. En el tristemente famoso "corralito" quedó plasmado el más infame
despojo de que se tenga antecedentes. Y no nos engañemos, este despojo fue sufrido casi
exclusivamente por aquellos pequeños y medianos ahorristas de clase media que no tenían
tanto dinero ni tan bajos escrúpulos como para mover las influencias necesarias para
saltarlo.
El estruendo de los
cacerolazos se fue diluyendo en el tiempo y la euforia de las asambleas barriales, que
intentaban canalizar nuevas formas de organización, sucumbieron frente a la
improvisación y la falta de capacidad para mantenerse en el tiempo.
CLASE MEDIA: "JAMÓN DEL SANDWICH"
Parece ser que la
clase media está condenada a sufrir injustamente en este país, quizá debido a esa falta
de ambición desmedida que, en cambio, sí caracteriza a los sectores de poder; quizá
también a que su número hoy es menos representativo en cuanto a votos se refiere y, por
lo tanto, poco atractiva para quienes pretenden consolidarse en el poder político.
La clase alta
argentina, que en todo caso no se sabe que tan argentina es, parece estar siempre mirando
hacia fuera para llevar y asegurar sus capitales cuando las cosas no les pintan bien.
Ellos solo piensan en asegurarse un buen pasar, y para ellos, es lo mismo aquí que en
cualquier otro lugar.
La clase baja debe ser
bien entendida y diferenciada. Aquí debe hacerse una clara
distinción a fin de evitar
malas interpretaciones y reacciones:
Existe una pobreza digna,
conformada por familias de bajos recursos, que lamentablemente crecen a ritmo vertiginoso,
y representan históricamente a sectores marginados y olvidados que no tienen acceso, ni
siquiera, a la totalidad de las llamadas necesidades básicas. Estas personas son
víctimas de un sistema perverso que no ha tomado los recaudos necesarios ante los cambios
sociales y tecnológicos de los últimos tiempos.
Estas personas están
atrapadas en una condición de pobreza estructural de la que es muy difícil escapar. No
ven facilitada su accesibilidad a la educación y la cultura ya que en la mayoría de los
casos son familias numerosas en la que los hijos deben salir a trabajar desde temprana
edad para ayudar al sostenimiento de la casa. El trabajo que desempeñan es pocas veces en
relación de dependencia y en regla con las leyes laborales vigentes. Son trabajadores en
negro, trabajos temporales al tanto, por temporada, trabajadores golondrinas, changarines,
cartoneros, etc...
Pueden verse obligados
a acogerse a alguno de los planes de ayuda del estado para poder sobrellevar la difícil
situación actual; sean estos planes trabajar,
planes jefas y jefes de hogar, etc.. Sin embargo
subyace en ellos una sensación de malestar de saber que esa ayuda es consecuencia de un plan de contingencia
del gobierno para paliar la aguda situación social. No los hace sentir plenamente dignos
por recibirla aún cuando sea a cambio de un trabajo de tipo comunitario.
Existe, en tanto, una pobreza marginal que,
como su nombre lo indica, han caído fuera del sistema y sobreviven fundamentalmente en
los suburbios de los conglomerados urbanos. Tienen elevados problemas de desorden familiar
y de conducta social.
Sus medios de vida son
cambiantes y en muchos casos caen fuera de la legalidad. Muchos de ellos buscan ampararse
en las ayudas sociales e incluso creen que es deber del estado asistirlos permanentemente.
Rehuyen del esfuerzo o el trabajo duro y no dudan en enviar a sus hijos a pedir por la
calle. No se preocupan por el porvenir propio o de sus hijos. Carecen de toda
planificación familiar y por consiguiente tienen muchos hijos que agravan el cuadro. La mayoría de ellos no
concluye siquiera la instrucción escolar primaria.
De ellos se aprovechan
líderes circunstanciales que les enseñan que es más fácil pedir que luchar por
procurarse el pan de cada día. Son utilizados como punteros y parte de movilizaciones a
las que no representan realmente, lo hacen por dinero, es decir, son algo así como
mercenarios que van dispuestos a la confrontación y la violencia.
Entre los dos extremos
mencionados existen términos medios. Muchos de los que hoy viven en la pobreza son
rescatables y es sin duda el estado quién debe hacerlo. Pero debe haber un plan a largo
plazo, claro y definitivo, que apunte a cortar con el asistencialismo que no dignifica a
los que quieren trabajar y ganar un sueldo digno. Este sector aspira y con derecho a
llegar a pertenecer también a una clase media.
Y también es hora que
exista un plan que les diga a los a los menos rescatables que se les puede dar una segunda
oportunidad, pero no más. Aquellos que no saben capitalizar la ayuda que reciben para
poder salir de su situación tampoco merecen vivir a costa del esfuerzo de los que
trabajan y quieren progresar. Si el estado diseña un plan serio de resocialización de
estos sectores marginados y fracasa a causa de los propios beneficiados, ellos deberán
entender que quedarán definitivamente al margen de la sociedad por propia elección.
Tanto la clase alta
como los últimos mencionados son los que menos sienten estos periodos de aguda crisis.
Los primeros porque tienen suficientes recursos como para sobrevivirla sin mayores
angustias a la espera de tiempos mejores. Los segundos, porque en realidad están
acostumbrados a vivir en un estado continuo de limitaciones y porque el estado, sale a
asistirlos en la emergencia con el único fin de evitar desbordes.
Existen infinidad de
casos en que vemos como gente de medianos recursos parece estar siempre en desventaja ante
la ley. Uno puede ser robado cien veces, incluso a mano armada, amenazado de muerte,
raptado y cosas aún peores. Puede saber casi con seguridad quién es el culpable y hasta tener la posibilidad de probarlo. La misma
policía te suele aconsejar que no hagas nada porque hoy pueden ir presos y mañana estar
libres de nuevo. Luego, vivir en un estado de angustia permanente por temor a las
represalias. Si acaso decidieses defenderte, ni se te ocurra tocarlos porque serás tú
quién sí vaya a la cárcel, esto claro está, después de haber gastado una fortuna en
abogados que nada harán por ti.
Creemos que queda
claro que no hay aquí intensión de atacar a la gente pobre simplemente por su condición
de pobre. Insisto en algo, la clase media que aquí se quiere resaltar no tiene que ver
con un estatus social o posición socio-económica sino mas bien con una filosofía de
convivencia social.
Sí nos
revelamos contra los malos pobres, aquellos que
a veces se conforman con su condición y la mantienen sin dignidad a costa del esfuerzo
ajeno, la permanente asistencia del estado (que somos todos) como derecho adquirido y que
no les interesa "aprender a pescar" sino el pescado limpio y si es cocido mejor.
La clase media, que
sale pacíficamente a expresarse a las calles, no recibe nunca una respuesta
satisfactoria, no goza de ningún privilegio y es la que más paga sus impuestos. Solo
tiene que ver como los ricos son cada vez más ricos a sus expensas y los malos pobres los someten a un clima de inseguridad
creciente en las calles, inseguridad que representa otro de los grandes males de este
país.
Por tal motivo, cansados de esta
realidad, aquellos que pertenecemos a esta
llamada clase media, aunque sea por idiosincrasia (que es lo único que no nos pueden
arrebatar), debemos hacer algo para defender este estilo de vida.
¿QUÉ NOS PASA?
En efecto, además del
aspecto económico, el segundo aspecto del que hablábamos arriba es el cultural, y allí
reside nuestra manera de sentir la vida. Este nivel está cayendo alarmantemente también.
Para ello solo basta ver lo que sucede con nuestra educación que es la garantía de un
pueblo culto. Ella está cada vez más desacreditada, precisamente por que se ve cómo el
estudio no alcanza como herramienta y garantía de progreso económico particular.
Debemos recuperar, en
primer lugar este segundo aspecto, es decir, mantener la idea de lo que queremos para
poderla luego proyectar en toda su dimensión.
Se sospecha la
existencia de un modelo impuesto para países como el nuestro desde las potencias del
norte. Si bien no podemos saber fehacientemente que exista un plan en tal sentido, ese
modelo se está imponiendo en casi todas las naciones de Latinoamérica. Solo dos clases
sociales bien diferenciadas; una minoría de clase alta fácilmente manejable por
prebendas y por su falta de identidad patriótica; y el resto, una gran masa de clase
pobre que es también relativamente fácil de manejar por su escaso nivel de instrucción.
¿QUÉ SIGNIFICA LA SIGLA CLAMOR?
Además del significado del
diccionario, para este caso son las siglas de CLASE
MEDIA ORGANIZADA. Pero no se asuste, no es un nuevo partido político ni lo pretende
ser. CLAMOR es solo una idea lanzada por alguien como Usted, que pertenece, perteneció o
pretende pertenecer a esta clase social casi en extinción en la Argentina.
Esta idea podrá plasmarse luego en
uniones vecinales, asambleas, asociaciones, fundaciones, federaciones y confederaciones,
etc. En definitiva, algún tipo de ONG (Organización No Gubernamental) que de una vez por
todas nos defienda de manera organizada de aquellos que reiterativamente, a lo largo de
nuestra historia, han querido aprovecharse de nuestra mansa tolerancia.
Precisamente lo que nos debe distinguir
es un sentido de organización y de unión propios de personas educadas y de un cierto
nivel cultural. La mayoría de nosotros somos profesionales o personas de suficiente
instrucción como para comprender que la protesta debe canalizarse de manera más
orgánica. Los cacerolazos fueron positivos y cumplieron su objetivo, pero deben
recordarse como una manifestación espontánea que debe evolucionar hacia formas más
evolucionadas de protesta.
DOCTRINA POLÍTICA
Yo, como usted, estoy desilusionado e
indignado con esta clase política que nos gobierna, pero no es simplemente pidiendo que
se vayan como vamos a solucionar el problema.
Las formas de participación en
política a partir de las asambleas barriales fueron un movimiento interesante pero
insuficiente. También se han ido debilitando con el paso del tiempo debido a esa
tendencia natural a resignarnos al atropello continuo de nuestros derechos de ciudadanos.
No podemos pedir simplemente "que
se vayan todos" y dejen un espacio vacío si nosotros mismos no estamos dispuestos a
ocuparlo. Tampoco tenemos porqué sentirnos obligados a participar en política si no lo
sentimos como vocación. Lo que no podemos dejar de hacer es tomar conciencia y crear las
condiciones para que los políticos no hagan los que les plazca y sientan que su poder ya
no es supremo. Esas condiciones son nada más y nada menos que estar civilmente
organizados y dentro del marco de la ley y las instituciones que, buenas o malas, son las que supimos conseguir.
Si la propia justicia tampoco funciona
a nuestra entera satisfacción, somos nosotros quienes debemos organizarnos para que los
poderes del estado recuerden que el que gobierna es el pueblo y que la justicia debe hacer
cumplir las leyes que defiendan, simplemente, a la gente honesta y sacrificada que se
esfuerza diariamente por ser mejor.
Argentina es un país inestable en
términos políticos y económicos. Somos ciclotímicos y navegamos a la deriva de
corrientes ideológicas extremas. Parece que no aprendemos que lo que precisamente nos
hace más daño son precisamente esas indefiniciones sobre que rumbo debemos tomar.
La clase media, como clase social,
puede tener diferentes puntos de vista en lo político y aún así convivir en un sistema
democrático que garantice la diversidad de opiniones.
Sin embargo, si sabemos interpretar la
historia, debemos darnos cuenta que ningún sistema es absolutamente bueno ni malo.
Simplemente debemos entender que Argentina necesita un plan a largo plazo que surja del
consenso de las diferentes corrientes políticas y que de una buena vez proyecte cierto
grado de certeza a cerca de nuestro futuro. Una estrategia que sea lo suficientemente
flexible como para adaptarse a los permanentes cambios que el mundo impone.
CLAMOR no puede ni debe ser una
organización apolítica, de lo contrario sería ineficaz. Pero debe estar por encima de
los mezquinos intereses políticos para interpretar la pluralidad de ideas y buscar
consenso en ideas básicas que ya debieran haberse dejado de discutir hace mucho tiempo.
La clave está en comprender que más halla de las ideologías lo importante es apuntar a
ser un país estable y predecible. Si a esto se le suma trabajo y honestidad no
necesitaremos nada más, lo demás vendrá por añadidura.
¿DE QUÉ DIAGNÓSTICO PARTIMOS?
Pueden
elaborarse una enorme lista de causas posibles que expliquen la profunda crisis que hoy
nos agobia. Para este modesto conciudadano anónimo que hoy intenta comunicarse con usted
hay una explicación razonable. No soy
sociólogo, psicólogo ni nada que se le parezca y seguramente muchos dirán que no poseo
idoneidad para establecer la causa que esgrimiré a continuación. Sin embargo, soy un
ciudadano que como usted tiene derecho a expresarse.
No pretendo
tener la razón en mi opinión particular ni convencer a nadie, pero si pretendo abrir un
debate que nos anime a todos a desentrañar el misterio que explique la interminable
cadena de fracasos y tropiezos que tenemos como pueblo. Se podrá estar de acuerdo o no
con esta opinión pero espero que realmente obligue a pensar en esta posibilidad, aportar
nuevas ideas o enriquecer la que aquí se presenta con aportes de expertos que puedan
argumentarla mejor de lo que puede hacerlo este humilde servidor.
La hipótesis
que aquí presento no va a ser fácil de aceptar para muchos, esto es así, porque parte
de una profunda autocrítica que todos debiéramos hacernos como sociedad.
La sociedad
argentina de hoy está enferma. Si no comenzamos por aceptar esta realidad estamos
perdidos y no tiene caso pretender soluciones al problema. El primer paso para curarnos es
admitir que estamos enfermos. El segundo, tratar de saber qué enfermedad tenemos y cuál
es su origen, por duro que sea asumirlo. Finalmente, elaborar un plan estratégico que, a
modo de tratamiento, nos saque de esta situación.
Los
síntomas, sino la enfermedad misma ya manifiesta, están a la vista. Basta solo leer los
diarios y ver los noticiosos para reconocerla. Sin embargo, estamos aún peor de lo que
nos imaginamos, pues nos cuesta ser objetivos al estar inmersos de lleno en la
problemática. El ejercicio de enfrentar la realidad por dura que parezca es desde ya un
hecho positivo, es tratar de elevarnos por encima de nuestras propias miserias para tratar
de entender que tan mal estamos.
Para ello
debemos hacernos cargo de nuestra parte de culpa, hacer una severa autocrítica en nuestra
conciencia. Debemos partir de la base que nuestro principal problema radica en una
profunda crisis moral y ética que nos ha ido socavando lentamente a lo largo de las
últimas décadas.
El estado de
corrupción generalizada en que nos encontramos es real. Sé que ya muchos deben estar
diciendo: "...yo no me hago cargo, soy una persona honesta". Yo los entiendo
porque a mí también me pasa. Sin embargo, también es cierto que convivimos a diario con
mucha gente que no lo es. Somos conocidos, parientes o amigos de personas que sabemos
cabalmente han cometido actos ilícitos o inmorales, chantas que no cumplen con sus
obligaciones y nos arrastran a hacer lo mismo, políticos que no cumplen con su palabra y
se enriquecen en la función pública, etc., etc..
Para que
quede bien claro y nadie se haga el sordo, va la siguiente pregunta: ¿quién al menos no
se pasó un semáforo en rojo? o, ¿quién no dejó alguna vez el auto estacionado en
doble fila?. Se podrá decir que tomar esto como ejemplo es una exageración, pero lo
grave no es tanto "la falta" sino el símbolo. Igual se está violando la ley.
Muchos somos
cómplices pasivos, ya que consideramos incorrecto acusar o denunciar a otros porque les
debemos justamente lealtad como amigos o parientes que somos. Es duro o difícil tener que
hacer algo en contra de un conocido aunque sepamos que es justo.
En otros
casos somos presas del temor o el miedo sobre todo cuando aparecen amenazas de por medio.
Vivimos en una sociedad en la que reina la hipocresía, es decir, una sociedad en que se
pretende parecer lo que no se es, en otras palabras, una sociedad "careta". Nos
movemos en una sociedad donde el acusador termina acusado y donde por temor y falta de
solidaridad los que debieran ayudarle lo dejan solo.
Los valores
se han desdibujado, el respeto se ha perdido y la impunidad reina con su máximo fulgor. Y
estamos enfermos porque todos asistimos a este escenario impávidos. No reaccionamos lo
suficiente hasta que la realidad nos toca de cerca y aún así parece una reacción
tímida y estéril.
Es fácil
decir que somos gente buena y honesta, y nos gusta que nos lo digan. A pesar de que
despotricamos de los políticos aún somos proclives al discurso demagógico. Si hoy
apareciese un candidato que tratase de decirnos ciertas verdades, aunque duelan, es muy
probable que le demos la espalda. Pero la verdad es que el hecho de creernos personas honestas no significa que
dejemos de ser parte de una sociedad enferma de inmoralidad. Somos solidariamente
responsables de lo que nos pasa, si no es por acción lo es al menos por omisión.
Lo que yo veo
es como si viviésemos en un país de prestado, como no interesados de lo que le sucede al
conjunto. La frase "yo argentino, mejor no me meto..." resume crudamente lo que
somos y es una pena que ya no la escuchemos a menudo a modo de autocrítica, síntoma de
que estamos perdiendo la capacidad de observar como somos. Es muy sencillo culpar a otros,
a los políticos, a los periodistas, a la iglesia, .................. ¿Y que hay de
nosotros mismos?, ¿Y de mí?. ¿Acaso los políticos de mi país no son argentinos?, ¿o
son extraterrestres?
En las
escuelas se ha perdido el respeto a los profesores y hasta a los directivos. Los chicos y
adolescentes hacen de las suyas y cuando se informa a los padres para llamar la atención
sobre la conducta de sus hijos, los padres terminan amenazando a los directivos y
profesores con iniciar acciones legales si se pretende sancionarlos o expulsarlos.
Aprovechan la situación para demostrar, con un acto, toda la falta de atención que le
han prestado en una educación que debe comenzar en la casa. Les estamos enseñando la
semilla del mal de la argentina, la corrupción: "haz lo que quieras que el sistema
te ampara".
Trabajamos mucho pero mal, como a desgano, sobre todo si lo hacemos para el estado. Vemos como muchos de nuestros compañeros o colegas no ponen el mismo empeño y tienen la misma recompensa. Vivimos tratando de aprovecharnos del otro, colgarnos al cable de la luz o de la TV, somos los pícaros de siempre. Nos engañamos diciendo: "si este roba porque no lo voy a hacer yo..."
Hablamos de
los saqueos a los supermercados sin darnos cuenta que nosotros mismos vivimos en un estado
de permanente saqueo a este país.
¿Por qué?.
Y aquí viene la hipótesis: porque "sufrimos una falta total de pertenencia al lugar que
en suerte nos tocó ocupar".
La realidad
es que la Argentina ha vivido un proceso de admisión de la inmigración excesivamente
tolerante y permisivo. En virtud de que debía poblarse el país se aceptó gente
indiscriminadamente. La gente que vino de otras tierras nunca adoptó realmente este país
como propio y, de hecho, muchos han muerto en nuestro país después de haber vivido casi
toda su vida como residentes extranjeros. Nunca renunciaron a su nacionalidad de origen y,
lo que es peor, nunca se les obligó a hacerse ciudadanos argentinos.
Se agruparon
y se siguen agrupando aún en sociedades e instituciones de los más diversos fines y que
hacen alusión a sus colectividades de origen.
Nosotros, sus
descendientes, vivimos decepcionados y con la mirada puesta de nuevo afuera, no vivimos y
sentimos este país realmente como propio. Es como si los descendientes de tercera y
cuarta generación de argentinos "aún no
hubiésemos terminado de descender de los barcos" y permaneciese latente la idea de volver a la Europa natal.
En cuanto las
condiciones no nos son propicias aquí tratamos de buscar nuevos horizontes afuera, es
decir, repetimos lo que hicieron nuestros antepasados pero al revés. En síntesis, no
terminamos de aferrarnos a este lugar.
El desafío no es sencillo porque
siempre nos faltó algo esencial en nuestra formación: la idea de conjunto, de organización y unidad. Los
argentinos somos excelentes en casi todo lo que hacemos menos en trabajar en equipo. Somos
en extremo individualistas, celosos y envidiosos, sin entender que aquello con lo que
soñamos no va a ser posible sin una comunión de intereses que se organicen en tal
sentido.
Los
cacerolazos de estos tiempos están marcando el fin de un periodo y gestando uno nuevo, es
un CLAMOR que aún no ha nacido, apenas se está gestando. Pero éstos, como todo hecho
espontáneo y genuino del grueso del pueblo, debe plasmarse finalmente en un movimiento
organizado y enmarcado dentro de la ley.
El CLAMOR
de un pueblo unido es extraordinariamente poderoso, pero si además se basa en la razón,
la ley y la no-violencia, es inobjetable e invencible.
¿QUIÉN PROPULSA A CLAMOR? ¿CUÁLES SON SUS CÓDIGOS?
Nadie y todos.
CLAMOR surge, como ya he dicho, de una persona común, como usted, que cree representar el
pensamiento de muchos. No quiere ni debe revelar su identidad para que no se piense que
surge con pretensiones de poder o gloria personales.
Si se supiese, automáticamente pensarán en esta hipótesis y todo quedará
desvirtuado.
CLAMOR es una
idea que, seguramente, está rondando la mente de millones de argentinos hastiados de la
realidad que nos toca vivir, y como tal, cuando surja a la luz, cuando finalmente nazca,
tiene que hacerlo de todos nosotros y al unísono, no de una persona o grupo que se
arrogue la condición de ser su creador. Solo así tendremos la garantía que no se trata
de la aventura de ningún mesiánico con afán de gloria. Si alguien, algún día,
pretende siquiera insinuar que tuvo algo que ver con la idea original, simplemente deberá
ser expulsado de la misma.
En síntesis,
deberá regir el principio de no servir a los deseos de ninguna persona o grupo
corporativo en particular sino trabajar por la defensa de un estilo de vida elegido por la
mayoría de nosotros. Ese estilo de vida se caracteriza por un ingreso mensual familiar
que asegure una vida digna, sin sobresaltos, cómoda aunque sin lujos excesivos. Incluirá
seguramente a los asalariados, pequeños y medianos comerciantes y empresarios del país
cansados de sufrir constantemente la indignante estafa a la que estamos continuamente
sometidos desde los sectores de poder político, económico y jurídico que, a su vez,
parecen responder a otros poderes ocultos.
No se quiere
plantear una lucha de clases ni obligar a que todos se alineen con la idea. Aquellos que
tengan aspiraciones mayores lo harán como siempre y no nos oponemos a ellos. Simplemente
les decimos que ya no piensen en enriquecerse
injustamente a expensa nuestra, sean estas personas físicas o jurídicas. Tampoco podrán
participar o pertenecer a este proyecto. Ellos deberán saber que ahora habrá un nuevo
factor de poder que los estará vigilando.
Ese poder ya
se manifestó y demostró que puede con sus cacerolas. Solo le resta organizarse y
demostrar que puede hacerlo de manera civilizada a través de agrupaciones que tengan el
peso y poder suficientes para resistir a aquellos que
se oponen a nuestro modus vivendi. Anteponemos la inteligencia y
deploramos a la violencia, nuestro estandarte debe ser la educación y la cultura.
Queremos
plantear un nuevo estilo de sociedad que, sin olvidar lo sucedido en el pasado y sin dejar
de buscar a sus responsables, tenga, principalmente, la mira puesta en el futuro. Un país
digno de ser vivido por nosotros y nuestros descendientes. No queremos la anarquía,
disolución social y mucho menos la ruptura de la paz civil. Por el contrario, la
intensión es evitar a tiempo esos males.
¿QUÉ PROPONE CLAMOR?
La idea
consiste en convocarnos a un acto refundacional del país que restituya
nuestra imagen en el concierto de las naciones y nos muestre de pié y listos para
comenzar una nueva historia. Esto no significa cambiar el sistema democrático y
constitucional existente, significa, no obstante, mostrar a las clases dirigentes,
funcionarios, jueces y cualquier otro grupo de poder nacional o del extranjero que ya no
podrán hacer lo que se les ocurra.
Dicho acto
refundacional deberá partir de la base de este convencimiento, solo así podremos
recobrar la credibilidad de quienes nos ven en el exterior y proyectar un país viable con
un modelo económico y político sustentables en el tiempo. Deberá, sin embargo, ser un
hecho revolucionario, dirigido más hacia el interior de cada uno de nosotros que hacia
fuera.
Un suceso sin
violencia y sin demasiadas estridencias. Un acontecimiento sencillo pero contundente.
Debemos comprometernos y no permitirnos ni permitir que nadie cometa un hecho más de
corrupción en este país. Denunciar a través de esta organización que hoy se propone
cualquier hecho sospechado de corrupción y que ella actúe en defensa nuestra, arbitrando
todos los medios legales posibles a tal fin.
Dicho acto
refundacional deberá ser muy sencillo pero lo suficientemente solemne para que sea tomado
con la seriedad que se merece. Se que a muchos podrá parecerle un poco extravagante e
insólita la propuesta pero debemos sacudirnos de una vez los prejuicios que aparecerán
por doquier: ¡es una locura!, ¡es inútil!, ¿a quién se le ocurre?, dirán muchos
mientras optan por continuar agachando la cabeza y esperar que otros den el primer paso
por mí.
Es la
oportunidad de tomar conciencia de que debemos recuperar el orgullo de argentinos.
Reflotar nuestra esencia patriótica y demostrar que queremos ser buenas personas, amar
nuestro país, pero a la vez exigir que los demás lo hagan.
Apelar a los
niños y jóvenes, herederos de esta nueva proclama y de sus frutos, a que sean los
primeros en reclamarnos y exigirnos que actuemos en
función de la Nación y depongamos un poco los intereses personales.
Los países que realmente avanzan son los que
sienten el llamado de la hora y la convocatoria de la Patria. Dejemos de mirar hacia fuera
y pensemos que éste es nuestro lugar en el mundo, el sitio que elegimos para volcar todos
nuestros esfuerzos estudiando y trabajando. Esto nos caracteriza como clase media, gente
que quiere estudiar, trabajar y progresar en la vida hasta asegurarse un nivel de vida
digno y no dejar que nadie se lo arrebate.
LA PROPUESTA CONCRETA
Este acto se
convoca para el día domingo 21 de Diciembre del 2003 a las 20 hs. En nuestras respectivas
casas o residencias embanderadas y ubicándonos en las veredas, pasillos, corredores,
escaleras, etc. De ser posible tratemos de
hacer una red de manos que dé fuerza a la nueva alianza del pueblo. A las
20:10 hs, cuando esto esté organizado, cantaremos el Himno Nacional Argentino. Al
concluir el mismo haremos sentir nuestras cacerolas y/o palmas durante dos minutos. Para
finalizar, los así convocados, elegirán a un delegado por manzana, edificio, etc. Estos
delegados deberán ser propuestos y elegidos libremente en ese mismo acto (nadie deberá
postularse con anticipación) y deberán comprometerse luego a ponerse en contacto con los
delegados vecinos para organizar y convocar a una asamblea constituyente por barrio,
distrito, localidad y/o departamento. El límite de representatividad no debe exceder las
100.000 personas (jefes de hogar o grupo familiar). Llevarán el nombre de "CLAMOR
de" seguido del nombre de dicho barrio, distrito, etc.
Como verán
la propuesta es sencilla y no requiere de mucha organización. En cambio sí se requiere
de mucha difusión previa.
Se prevé un
año de anticipación pues en ese tiempo deberemos realizar un proceso de reflexión
interior que nos permita estar listos para esta fecha. Ese cambio radical en el interior
de cada uno de nosotros se verá reflejado inmediatamente hacia fuera. Debemos estar
dispuestos a ser personas nuevas a partir de ese día y ya no ser tan tolerantes hacia
aquellos que quieran seguir viviendo en este estado de inmoralidad y corrupción que hoy
nos castiga.
Desde ya, se
cuenta con la colaboración de todos aquellos que se sientan identificados por esta
propuesta para su rápida y masiva difusión. Para ello solicitamos a todos aquellos que
lean esta nota y adhieran a la propuesta a realizar copias y repartirlas a sus vecinos, amigos y toda
persona que puedan. Los que puedan enviarla a través
de Internet a todos los puntos del país, que lo hagan. A los periódicos y
otros medios de difusión les pedimos que la publiquen para que la misma llegue a todos
lados.
Si bien el
proceso de organización propiamente dicho será posterior a la fecha indicada
anteriormente, sería interesante que todos los que quieran aportar ideas que enriquezcan
esta propuesta lo vayan haciendo. Sin modificar lo que aquí ya se ha establecido, quedan
abiertas muchas posibilidades, por ejemplo, la forma en que se irán organizando estas
instituciones, sus fuentes de financiamiento, modelos para sus estatutos o cartas
orgánicas, etc.
Todos pueden
ya participar silenciosamente en este proyecto sugiriendo las posibles funciones a
cumplir, es decir, no solo limitarse a la acción de contralor de otros entes sino la
posibilidad de gestarse en una entidad que sirva a cambiar nuestra forma de ver las cosas,
proponer enfoques el campo de la educación, la cultura, la salud, proyectos de
desarrollo, pequeños y medianos emprendimientos productivos, etc.
La consigna
es que lo hagamos con bajo perfil, sin proclamar nuestras identidades como cercanas a la
idea original, siempre pensando que nadie debe estar por encima de nadie, ni pretendiendo
ser anticipadamente un posible líder del proyecto hasta el día del acto fundacional.
Se podrá
opinar y estar a favor o en contra, pero tengamos cuidado, siempre van a haber detractores
que querrán destruir y desacreditar la idea desde el principio, precisamente porque saben
que la misma no es conveniente a sus intereses.
Pedimos
especialmente a los medios de difusión que decidan hacerse cargo de algún comentario que
lo hagan con responsabilidad, que nos ayuden a difundir la propuesta pensando que solo
busca el bien de una clase social que fue largamente desoída en nuestro país.
A los que la critiquen o simplemente la ignoren
les decimos que los momentos que estamos pasando no dan lugar a que nos quedemos tan
tranquilos tratando de seguir haciendo solo lo que veníamos haciendo. Si no hacemos algo
entre todos ahora sabemos que se corre un riesgo muy grande de cosas aún peores y que es
mejor no mencionarlas tanto.
Se estarán
preguntando con qué medios económicos se actuará. Esto es algo lógico, al principio se
necesitará del aporte de todos para sostenerla, pero cada barrio o unión vecinal que se
pliegue a la idea puede ir pensando libremente las formas de financiamiento autónomo. El
tiempo y el aporte espontáneo de ideas de todos ustedes nos dará la clave.
La primer
garantía está en que en esta propuesta partimos todos iguales, no hay ni debe haber
líderes todavía hasta que surjan espontáneamente y por decisión de quienes los elijan
en ese día del acto fundacional.
La segunda
garantía está en que nadie que pertenezca a CLAMOR podrá dejar de pertenecer a nuestro
estilo de vida de clase media. Quienes trabajen en este proyecto, en representación de
todos nosotros, deberán demostrar permanentemente que viven de acuerdo a este modelo y
que no se enriquecieron en su función.
Se deberán
arbitrar todos los medios para que en caso de no cumplir con esta PROCLAMA y sus estatutos
sea severamente condenado. Deberemos ser estrictos con quienes quieran afectar nuestros
intereses desde afuera, pero mucho más lo seremos con quienes lo hagan desde adentro.
Sabemos que
la propuesta es un desafío muy grande pero llegó el momento de que las cacerolas
no queden en el olvido y sean recordadas como el principio de algo que quede plasmado en
la vida institucional de la Argentina.
Agradezco a
todos los que leyeron este mensaje y si adhieren a él y creen que llegó el momento de
jugarse, todo lo que tienen que hacer por ahora es colaborar con su difusión.
UN ARGENTINO
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