Ni en mi juventud me dejé engañar con las teorías del complot, tipo Los protocolos
de los sabios de Sión, ni tampoco los engaños de Salvador Borrego; sin embargo, ya de
viejo a veces he pensado que algunos católicos mexicanos traman un ataque de religión.
Pero me conforta saber que si lo traman demuestran ser tontos y por lo tanto fracasarán.
Con los cristeros que se aventaron a una guerra sin cuartel contra nuestro Ejército,
exigiendo que México se reconozca como un país católico, ya completé mi cuota de
intromisión de los católicos dentro de la política. Por lo tanto, me he vuelto casi
paranoico y hasta al jocoque religioso le soplo. Ni siquiera aceptaría que México se
definiera como un país preponderantemente católico, porque la dimensión religiosa no de
fine a un país; en tal caso describe una costumbre.
Me preocupa que dentro de las clases de valores y de desarrollo humano en los colegios se
cuelen enseñanzas de una sola religión. Si se dieran clases ilustrativas en plan de
igualdad de las principales religiones, me parecería loable.
También los intentos de instalar grandes monumentos religiosos como cruces y altares, en
espacios civiles, me pone la carne de gallina por la resaca anti-religiosa que esas
imposiciones generan.
Sin embargo, tranquilos, buenas noticias; dos acontecimientos se contrarrestaron para
neutralizar la incursión católica en el campo político. Por un lado temíamos el ataque
religioso con la misa de políticos en la Basílica, pero nos salvó el tranquilizante
matrimonio civil del Presidente con Marta Sahagún. Mientras unos políticos le dieron
importancia a un rito católico, Vicente y Marta nos expresaron que los ritos católicos
pueden esperar.
La religión no debe incursionar en la política simplemente porque la religión divide a
los humanos. La religión divide porque dicta normas a la libertad y sobre todo dicta
normas al uso de la razón. La religión requiere de fe, revelación, dogmas y
convicción, mientras la política requiere de inclusión, argumentación, negociación y
búsqueda.
Como católico a mí no me gustaría que un alcalde masón hiciera una gran escultura para
adornar un cerro con un enorme compás y un triángulo de dibujo del Gran Arquitecto.
Tampoco me gustaría oír a cada rato por toda la ciudad las llamadas a la congregación
de los mormones. Menos me gustaría oír el canto musulmán con micrófonos por todos los
barrios. Entonces vivamos nuestra religión con discreción. La religión se debería
vivir con discreción no por vergüenza sino por amistad y armonía con los demás.
Toda vez que algún político trata de unir a un pueblo con base en una religión tiene
que desaprobar a los que pertenecen a otra religión, de ahí que se siembra la discordia
y la separación: "el que no está con nosotros está contra nosotros ". Lo
vemos en la comunidad de Rancho Grande, Oaxaca, donde el Instituto Nacional Indigenista
obliga a todos a pertenecer a la Iglesia Católica. La historia nos enseña que dicha
unión probablemente termine en matazón.
Los políticos católicos que fueron a la gran misa y los obispos que la presidieron, han
de haber concluido que por la variedad de partidos representados se demostraba que la
religión los unía. Engaño. En el momento de la misa, los políticos se dividieron entre
los que fueron a misa y los que no fueron. Esta incursión católica dentro de su templo,
aparentemente es inocente; que se demuestre que es inocente.
Fuera del templo, en un espacio público todo mundo tiene derecho a expresar sus
creencias, lo que nadie tiene derecho es a imponer sus creencias. Para mí, haría mal un
líder sindical que utilizara su micrófono en una asamblea de plazuela para rezarle al
sol enfrente de sus agremiados.
Me considero algo católico, pero no anhelo que todo el mundo sea católico ni que exista
un solo rebaño bajo un solo pastor. No traigo agenda católica porque he visto que la
maldad atraviesa los campos católicos de igual forma que atraviesa los demás
campamentos.
Los católicos no hemos demostrado ser mejores civiles que los demás, ni lo vamos a
demostrar algún día. Por ahí no va la solución. Más bien debemos trabajar para hacer
un bien común más claro y más grande. Por definición, el bien común es neutral para
todos. Por ejemplo, el sistema educativo racional, la seguridad, el sistema judicial, la
libertad personal.
Pero si algún católico trae la agenda de convertir a todos los mexicanos al catolicismo;
es decir, si hay agenda de conversión total, en el fondo no puede haber un Pacto Social.
Nunca se imaginaron Vicente y Marta la gran ayuda que nos dieron para valorar el amor y la
civilidad por sobre la catolicidad.
Tomado del Periódico Reforma.
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